30 agosto 2017

Educación nocturna, Hilario Barrero

Ove andò Elvita? Ove andò? Ove andò? I Puritani

Perdóname, Elvira, por esconderte
la caja de cerillas
y cambiarte las cosas de su sitio;
Elvira solitaria,
vieja Elvira enredados tus ojos
en una telaraña de luto y abandono,
te perdías, olvidándote
del nombre de tus muertos, del sonido
del tiempo, y yo, apenas siete años,
descubría tu rostro, comenzaba mi vida
(que ahora se acaba un tanto a la carrera)
sin entender qué era lo que me sucedía
cuando la luz me ahogaba mi tragaluz de niño.
Era la vida, Elvira, lo que llaman poesía,
lo que empieza a diario y nunca cesa,
que una vez es espada, otra vez es incendio,
siempre guerra, cilicio que desgarra la piel
de la razón, oscura cicatriz de sombra y sexo.
Años más tarde, cuando tú eras ceniza,
un navajazo, Elvira, me traspasó mi pecho,
y desde entonces vivo afilando
la cuchilla que rasga a diario mis sentidos.
Para poder amarnos sin que la inquisición
de tu mirada nos mandara a la hoguera
tuvimos que huir por siempre desterrados
a países de pestes, confusión y abandono.
¿Qué habrá sido de aquella golondrina
que oscureció los ojos de mis huesos
cuando se reflejó la aguja de su vuelo
en mi última tarde de inocencia?
Yo sé de ti, Elvira, yo sé que estás
reseca, cosida de silencio, esperando
mis flores que nunca te he llevado.
Yo no sé donde vives ahora, Elvira Muerte,
quién te esconde la vasija del alba,
o quién te pone de barro tus pupilas.
Yo sólo sé que ahora la noche está cavando
con su azada de acero raíces en lo oscuro
mientras la Bestia va ordenando
las cosas en su sitio y apagando la luz
y no puedo encontrar la llama de la vida,
que tú, Elvira Love, me ocultas en venganza.
 Hilario Barrero
España
Toledo, 1948

No hay comentarios: