Y
de lo que me alegro,
es
de que esta labor tan empezada,
este
trajín humano de quererte,
...
no lo voy a acabar en esta vida;
nunca
terminaré de amarte.
Guardo
para el final las dos puntadas,
te-quiero,
he de coser cuando me muera,
e
iré donde me lleven tan tranquila,
me
sentaré a la sombra con tus manos,
y
seguiré bordándote lo mismo.
El
asombro de Dios seré, su orgullo,
de
verme tan constante en mi trabajo.
España
Madrid, 28
de julio de 1917/
27 de noviembre de 1998
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