Cuando
ya nada busque y nada espere,
lo
habré encontrado todo.
Comprenderé
el misterio de las cosas,
del
humilde guijarro
y
la estatua perfecta.
Descifraré
el enigma
que
hace que el árbol yerga
su
tronco milenario
al
cielo que le espera, indiferente;
y
que el gusano esconda
su
cuerpo diminuto
en
la horadada tierra
buscando
su calor y su cobijo.
Afirmaré
que hay sitio para todos,
y
sólo quien se acepta y se conforma,
consigue
ser feliz;
que
la vida consiste
en
algunos paisajes
grabados
en el alma para siempre;
en
los buenos amigos
que
deciden quedarse,
y
en tener quien nos quiera,
tanto
y de tal manera,
tan
desde las raíces,
que
venga a despedirnos
cuando
llegue el final,
y
la tierra, irredenta y necesaria,
nos
reciba por fin en su regazo
y
sintamos su peso, para siempre...
Marisa
Peña
España
Madrid, 1969
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