Llegué
en silencio; su cristal vertía
en
clara voz el surtidor doliente,
ya
un dulce beso de melancolía
temblar
mi rostro contemplé en la fuente.
Nadie
pasaba. En el confín espeso
su
voz de sombra susurró la brisa;
salió
de un árbol suspirante beso
cual
una pena sobre una sonrisa.
Mi
pecho tiene una nostalgia vieja
y
halla un amor en su pesar suave.
-Todo
en un sueño, como el sol, se aleja;
dice
en la fronda su cantar un ave.
Dolor
paciente que dolor no deja.
-¡La
mayor pena es la que no se sabe!
Rafael
Lasso de la Vega
España
Sevilla,
28 de febrero de 1890/1959
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