¿Qué más te da, Susana, que te estemos mirando
éste y yo? Somos viejos
y tú joven, es cierto, y no hay nada en nosotros
que te atraiga, pero ¿quién lo pretende?
Ni siquiera acercarnos; contemplarte nos basta.
No te pedimos mucho:
sólo que finjas que no nos has visto
para poder gozar de tu belleza
con estos ojos, menos fatigados
que nuestros corazones.
Nos queda poco, hija,
y tú tienes la vida por delante.
Anda, sé buena chica
y sigue con tu baño, y no hagas caso
de estos viejos fisgones.
Nos das una alegría y no te cuesta nada.
España
San Sebastián, 1940
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