Dicen
que hablar no cuesta nada.
Parece
infalible la sentencia.
Se
cae la boca con el grito,
pesan
las palabras como trenes frenéticos
que
atropellan las noches,
el
compás del corazón,
la
forma de peinarse.
Alguien
pronuncia dos palabras
y
se desploma el paisaje en la ventana,
deja
de salir el agua por el grifo
o
sale con desgano, sin sed que la recoja.
Dices
adiós y algo se quiebra,
puede
ser el espejo o su imagen,
alguna
cosa que guardabas,
la
secreta esperanza de un algo impronunciable,
su
cobarde mudez.
Podríamos
andar ligeros de voz y de preguntas,
dos
o tres dudas como globos que estallan
sin
ruido, sin misterio.
Pero
las palabras se cargan de sal y de sonidos
llegan
a pesar tanto que un día nos matan
de
memoria, de silencio,
qué
le vamos a hacer,
si
estamos más hechos de palabras que de huesos
y
hablar nos cuesta todo.
Luz
Helena Cordero
Colombia
Bucaramanga,
1961
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