Quítame
el pan, si quieres,
quítame
el aire, pero
no
me quites tu risa.
No
me quites la rosa,
la
lanza que desgranas,
el
agua que de pronto
estalla
en tu alegría,
la
repentina ola
de
plata que te nace.
Mi
lucha es dura y vuelvo
con
los ojos cansados
a
veces de haber visto
la
tierra que no cambia,
pero
al entrar tu risa
sube
al cielo buscándome
y
abre para mi todas
las
puertas de la vida.
Amor
mío, en la hora
más
oscura desgrana
tu
risa, y si de pronto
ves
que mi sangre mancha
las
piedras de la calle,
ríe,
porque tu risa
será
para mis manos
como
una espada fresca.
Junto
al mar en otoño,
tu
risa debe alzar
su
cascada de espuma,
y
en primavera, amor,
quiero
tu risa como
la
flor que yo esperaba,
la
flor azul, la rosa
de
mi patria sonora.
Ríete
de la noche,
del
día, de la luna,
ríete
de las calles
torcidas
de la isla,
ríete
de este torpe
muchacho
que te quiere,
pero
cuando yo abro
los
ojos y los cierro,
cuando
mis pasos van,
cuando
vuelven mis pasos,
niégame
el pan, el aire,
la
luz, la primavera,
pero
tu risa nunca
porque
me moriría.
(Ricardo
Eliécer Neftalí Reyes Basoalto)
Chile
Parral,
2 de julio de 1904/
Santiago
de Chile, 23 de septiembre de 1973
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