Hay
días en que somos tan móviles, tan móviles,
como
las leves briznas al viento y al azar.
Tal
vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La
vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.
Y
hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como
en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo
el influjo próvido de espirituales lluvias,
el
alma está brotando florestas de ilusión.
Y
hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como
la entraña obscura de oscuro pedernal:
la
noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en
rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.
Y
hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez
en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que
un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y
hasta las propias penas nos hacen sonreír.
Y
hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que
nos depara en vano su carne la mujer:
tras
de ceñir un talle y acariciar un seno,
la
redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y
hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como
en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El
alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y
acaso ni Dios mismo nos puede consolar.
Mas
hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en
que levamos anclas para jamás volver...
Un
día en que discurren vientos ineluctables
¡un
día en que ya nadie nos puede retener!
Porfirio
Barba Jacob
Colombia
Santa
Rosa de Osos, 29 de julio de 1883
Ciudad
de México, México, 14 de enero de 1942
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