viendo la televisión,
detestando los dibujos animados
y perdidamente enamorada
de la imposible velocidad de Johnny Weissmüller.
Viéndole nadar intimé con el sabor de las mentiras,
pero no me importó,
su esfuerzo desviaba el calor del verano
y los gritos que siempre esperaba
pero nunca dejaban de pillarme desprevenida.
Y aunque hablo en pasado,
sigue intacta mi devoción por la imposible velocidad
a la que nadaba Johnny Weissmüller
pero ahora no dedico las tardes del domingo
a ver la televisión,
todos sabemos que cuando te haces mayor
1 comentario:
Gracias!
Un gran abrazo
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