Truena y mis
hijos están en su otra casa.
Primero un
trueno lejos,
después uno más
cerca,
un trueno
finalmente atronador
que retumba en
cada cuarto vacío
y en este único
cuarto iluminado
donde trabajo a
medianoche.
Truena y no
tengo a quién calmar
lo que por un
segundo se parece
a no tener quien
me calme. Pero no.
Una madre se
recompone pronto
aunque los hijos
estén en su otra casa.
Laura Wittner
Argentina
Buenos Aires, diciembre de 1967
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