pero los amargosos somos en realidad
la sal del mundo
propiciamos el enunciado magro o profuso
de nuestras rarezas y temores
alimentamos las risas de los otros
que así se colocan a salvo del desastre
y cuando al fin morimos
dicen que qué bueno que dejamos
libre el espacio para algún niño índigo
que viene a salvar al mundo.
Leticia Herrera
México
Monterrey, 8 de
junio de 1960
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