II
Entré en el
cuarto,
no me decidí a
encender la luz.
Estaba un hombre
sentado en un taburete,
su espalda toda
frente a mis ojos.
No lo sentí como
extraño
ni alteraba la
colocación de los muebles
ni el botón de
la luz.
Como en una
explicación casi inaudible
dije: Uno.
El otro, con su
cuerpo inmovilizado,
moviendo sus
labios con sílabas muy lentas,
me respondió: el
cuerpo.
Temeroso, con
gran culpa.
El otro seguía
en su taburete,
comenzó entonces
como un debate ciceroniano
en el senado
romano,
golpeando las
almohadas con los puños.
El gato absorto
y lentísimo
comenzó de nuevo
a esconder la noche.
José Lezama Lima
Cuba
La Habana, 19 de
diciembre de 1910/
La Habana, 9 de
agosto de 1976
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