Hay un arte de
anochecer.
De la entrada
del cuerpo al alma,
de la niebla a
la redondez
y del círculo al
cielo;
hay un arte de
luz,
un campo donde
anochecer
es mirar la vida
con el cuerpo
cerrado.
Hay un arte de anochecer,
un descenso en
la entrada del día
a la completa
oscuridad.
Un intermedio
donde es necesario
recibir y saber
todo sin estremecimiento.
Hay un arte,
un paisaje a
veces amable,
a veces torvo,
donde ascenso y
descenso son accesorios
de la materia
limpia.
Hay un arte de
anochecer.
Quien haya
vivido o soñado con bosques,
luces y
demonios,
lo sabe.
Venezuela
Pampanito,
Estado Trujillo 1942
Mérida, 2006
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