Voy a nombrar
las cosas, los sonoros
altos que ven el
festejar del viento,
los portales
profundos, las mamparas
cerradas a la
sombra y al silencio.
Y el interior
sagrado, la penumbra
que surcan los
oficios polvorientos,
la madera del
hombre, la nocturna
madera de mi
cuerpo cuando duermo.
Y la pobreza del
lugar, y el polvo
en que testaron
las huellas de mi padre,
sitios de piedra
decidida y limpia,
despojados de
sombra, siempre iguales.
Sin olvidar la
compasión del fuego
en la intemperie
del solar distante
ni el sacramento
gozoso de la lluvia
en el humilde
cáliz de mi parque.
Ni el estupendo
muro, mediodía,
terso y añil e
interminable.
Con la mirada
inmóvil del verano
mi cariño sabrá
de las veredas
por donde huyen
los ávidos domingos
y regresan, ya
lunes, cabizbajos.
Y nombraré las
cosas, tan despacio
que cuando
pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me
la vuelvan sueño,
pueda llamarla
de pronto con el alba.
Eliseo Diego
Cuba
La Habana, 2 de
julio de 1920
Ciudad de
México, México, 1 de marzo de 1994
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