En el fondo del
patio,
Rebeca ha
dibujado un círculo
alrededor suyo
para nombrar
los elementos en
su perfecta condición
y oportuno
lenguaje.
Nos engaña,
nos miente a
cada instante.
Los loros se
burlan para sí del hombre quien cree
que Dios le dio
la palabra
como su único y
propio artilugio.
En realidad,
es el hombre
quien repite los sonidos,
es del loro
donde aprendimos
a copiar los
colores del lenguaje.
Es por ello que,
sin saberlo, perdimos
la capacidad de
volar.
La risa de
Rebeca enciende el día
con una señal
que viene del origen.
Y así quedamos,
contenidos en
medio del patio,
mirando
las patas corvas
aferradas a la
prehistoria
del sol,
como una antigua
nota musical
suspendida en el
aire.
Henry Alexander
Gómez
Colombia
Bogotá, 1982
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