25 mayo 2009

José Hierro, Otoño


Otoño de manos de oro.
Ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino.
Ya vuelves a andar por los viejos paisajes desiertos.
Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de todos los siglos.

Otoño, de manos de oro:
con el canto del mar retumbando en tu pecho infinito,
sin espigas ni espinas que puedan herir la mañana,
con el alba que moja su cielo en las flores del vino,
para dar alegría al que sabe que vive
de nuevo has venido.
Con el humo y el viento y el canto y la ola temblando,
en tu gran corazón encendido.

José HierroEspaña
Madrid 3 de abril de 1922/ 21 de diciembre 2002 


2 comentarios:

M. J. Verdú dijo...

Bellísimos versos que invitan a releerlos pues condensan sentimiento y sensibilidad a flor de piel. Feliz semana, querida Trini

elena clásica dijo...

¿Qué tiene este poeta que nos llega a lo más inexplorado de nuestro ser? ¿Por qué nos hace vibrar al ritmo del oro cósmico?

¿Qué corazón no se quema cuando recibe un poema como éste? Ardamos pues, querido Hierro ¡Sigue levantando tenues velos que no desvelan ningún misterio poético, sólo lo enardecen.

Besitos.