con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.
4 comentarios:
Tiene toda la razón el autor respecto de su obra, ya que ocultarla a los ojos de los demás sería un gesto vacuo y ególatra.
Saludos.
Es que creo que de pronto se hace insostenible retener en nuestras manos algo que le pertenece a otros, porque la comunicación no es con uno mismo, es hacia todo aquel que pueda ponerse en tus zapatos, y sentir y motivarse con tus letras... mover el espíritu, accionarlo...y otras cosas.
Besos, Trini.
Es un hermoso poema.
Un placer leerte y visitarte
Menos mal que tenemos los textos de Pessoa para disfrutar siempre.
Un hombre con una sesibilidad e inteligencia extraordinarias.
Besos guapa.
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