Qué misterioso era que ambos, en la distancia
casi impensable que nos desunía,
lográramos oírnos y que habláramos
idéntico lenguaje: el que pronto aprendimos
—bastaron la intuición y unas miradas—
en las contadas veces que la suerte
nos dio para sabernos y estar juntos.
Llegaban tus palabras hasta mí
titubeantes y con decisión,
entre fervores y melancolías.
Atravesaban días y noches, cielos, mares,
y al final enhebraban en un mágico hilo
soledades y asombros de uno y otro.
Imprevisiblemente me mostraban
tu mundo remotísimo, tus quehaceres, tu forma
peculiar de evocarme y pronunciarme,
tu intimidad que entonces pude sentir tan mía.
Sí, no ignoro que todo acaso no fue más
que un sueño que soñamos a un tiempo, pero se hizo
muy intensa la vida.
Y aun ahora
no consigo avenirme a dar por bueno
que aquello sucediera y terminara.
Porque no eres recuerdo: todavía
alienta en mi vivir —no en la memoria—
esa fragilidad tan verdadera
que el aire leve mece, pero no quiebra el viento.
Y es tu imagen un claro presente sucesivo
brotando a cada instante, que me causa
emoción, alegría y gratitud.
Y dolor. Y dulzura.
3 comentarios:
Esa añoranza "...brotando a cada instante,..." puede causar desde la risa hasta el llanto.
Besos
Qué importantes somos las personas,Trini...me he quedado pensando en esto. Un solo ser puede marcarnos tanto y tanto, transformar nuestro mundo, remover las emociones olvidadas o las que creíamos nunca más se iban a manifestar.
Qué dulzura de poema.
Es magistral,además.
Gracias por traerlo.
Besos y abrazos grandes.
Otro de mis favoritos, su libro Sueño del origen me parce fascinante.
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