31 octubre 2016

Juan José Vélez Otero, El sabor del frío

Este sabor a nieve nuevamente,
o a ceniza de nieve y a moneda,
a cobre sulfatado por los años;
ese sabor a invierno en la garganta.

Se desmorona el aire entre los dedos
y crujen las ventanas de la ausencia
como un violín cansado o un espejo
roído por el hongo del vacío.

Ha vuelto a posponerse el equipaje,
a quedarse plantado ante el silencio
en el fondo amarillo de los muebles.

A veces cae la lluvia en las ruinas,
se hiela entre las piedras y anochece.
Es tan frío el dolor como la nieve.

Juan José Vélez Otero
España
Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, mayo de 1957
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Javier Salvago, Hoy como ayer

Cuando una tarde
se pide al camarero lo de siempre
una taza de té, porque el alcohol
nos enseñó los dientes.

Cuando se vuelve a los recuerdos
para huir del presente
-porque la vida
nos enseñó los dientes-...

Lo discreto sería no levantarse,
quedarse en la cama, solo y bien tapado,
y decirle a la muerte, cuando venga:
-Llegas con unos años de retraso.

Javier Salvago
España
Paradas, Sevilla, 1950/
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30 octubre 2016

Yannis Ritsos; Siempre

Comenzamos una conversación
se parte por la mitad.
Comenzamos a construir un muro
no nos dejan terminarlo.
Y nuestra canción, partida.
Todo lo acaba el horizonte.
Por encima de las lonas pasan a manadas las
estrellas
a veces cansadas, a veces amargas, sin embargo
seguras
por sus caminos, y por los nuestros.
Y el día, hasta el más injusto, te deja en el
bolsillo
una banderita azul y blanca de la fiesta de la mar,
te deja una bocanada de aire limpio
te deja en la vista la gracia de los ojos
que miraban contigo la misma piedra,
que repartieron por igual el mismo dolor,
la misma nube, la misma sombra.
Todo lo hemos repartido, camaradas,
el pan, el agua, el cigarrillo, la pena,
y la esperanza.
Ahora podemos vivir o morirnos
sencillamente y con belleza –con mucha belleza-
igual que si abrimos una puerta a la mañana
y decimos buenos días al sol y al mundo.
Yannis Ritsos
Grecia
Monemvasía , 1 de mayo de 1909
Atenas,  11 de noviembre de 1990

Manu Cáncer, Balada de la nota borrosa

Si por causalidad
encuentras
esta nota borrosa,
que alguien
te lea lo que dice.
Hoy
sólo soy un hombre
vencido por la noche,
hoy
sólo soy un hombre
o algo así,
caminando borracho por la carretera.
Soy un extraño para cualquier extraño y eso es todo,
pero, si por casualidad encuentras
esta nota,
quiero que sepas
lo que dice:
no
he sabido
olvidarte.

Manu Cáncer
España
Bilbao, 1954/Madrid, 2002
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29 octubre 2016

Carlos Sahagún, Deriva de otoño

Deriva del otoño este vacío
como del mar estos acantilados
a los que a duras penas, destrozados,
arriban ya los restos de un navío.

¿Qué nombre le pondremos sino el mío
a este exceso de mástiles quebrados?
Aquí, ante los peñascos maltratados,
se encrespa el mar, desnivelado y frío.

Mas el dolor ni se hunde ni se olvida.
Madera y tiempo son sus dos mitades,
las dos señales que dejó su herida.

Viene del declinar de las edades
y emerge a cuatro pasos de la vida,
firme despojo de las tempestades.

Carlos Sahagún
España
Onil 4 junio de 1938/
 Madrid  28 de agosto 2015

Álvaro Salvador, Noche del mes de mayo

Quizá esta noche nos descubra nuevos,
a ti desnuda
y yo
vestido por la vida,
desnudo entre las luces
que proyecta tu cuerpo adolescente
sobre la triste sombra de los años.

Quizá esta noche nos descubra nuevos,
más sabia tú
y yo
con los ojos heridos,
con la mirada abierta
hacia el placer de verte y contemplarme
una vez más la piel enamorada.

Quizá esta noche nos descubra otros,
de diosa tú
y yo
de príncipe valiente que desvelara un sueño.
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Álvaro Salvador 
España
Granada, 26 de abril de 1950

28 octubre 2016

David Bonells, Cómo esperando a alguien

Las hojas del otoño
caen sobre mis hombros
mientras suben palomas
por el cielo.
Paso las horas del día
caminando bajo los árboles,
deshaciendo lo andado
sosegadamente,
sin prisa,
como esperando a alguien
que no sabe,
que cumpliré puntual
con esa cita a ciegas
que tenemos.

David Bonells
Colombia
Chía, Cundinamarca, 1946

Juan Gelman, El juego en que andamos

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

Juan Gelman
Argentina
Buenos Aires, 3 de mayo de 1930
Ciudad de México, México , 14 de enero de 2014 

27 octubre 2016


Eduardo Chirinos, Fragmentos de una balada inconclusa

Debe haber un poema que hable de ti,
un poema que habite algún espacio donde pueda hablarte sin
cerrar los ojos,
sin llegar necesariamente a la tristeza.
Debe haber un poema que hable de ti y de mi.
Un poema intenso, como el mar,
azul y reposado en las mañanas, oscuro y erizado por las noches
irrespetuoso en el orden de las cosas, como el mar
que cobija a los peces y cobija también a las estrellas.
Deseo para ti el sencillo equilibrio del mar, su profundidad y su
silencio,
su inmensidad y su belleza.
Para ti un poema transparente, sin palabras difíciles que no
puedas entender,
un poema silencioso que recuerdes sin esfuerzo
y sea tierno y frágil como la flor que no me atreví a enredar
alguna vez en tu cabello.
Pero qué difícil es la flor si apenas la separamos del tallo dura
apenas unas horas,
qué difícil es el mar si apenas le tocamos se marcha lentamente
y vuelve al rato con inesperada furia.
No, no quiero eso para ti.
Quiero un poema que golpee tu almohada en horas de la noche,
un poema donde pueda hallarte dormida, sin memoria,
sin pasado posible que te altere.
Desde que te conozco voy en busca de ese poema,
ya es de noche. Los relojes se detienen cansados en su marcha,
la música se suspende en un hilo donde cuelga tristemente tu
recuerdo.
Ahora pienso en ti y pienso
que después de todo conocerte no ha sido tan difícil como escribir
este poema.

Eduardo Chirinos
Perú
Lima, 4 de abril de 1960/
 Missoula, Estados Unidos, 17 de febrero de 2016

26 octubre 2016

Amado Nervo, Me besaba mucho...

Me besaba mucho, como si temiera
irse muy temprano... Su cariño era
inquieto, nervioso. Yo no comprendía
tan febril premura. Mi intención grosera
nunca vio muy lejos
¡Ella presentía!
Ella presentía que era corto el plazo,
que la vela herida por el latigazo
del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad
quería dejarme su alma en cada abrazo,
poner en sus besos una eternidad.

Amado Nervo
México
 Tepic, México, 27 de agosto de 1870

Montevideo, Uruguay, 24 de mayo de 1919
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Gabriela Mistral, Ausencia


Se va de ti mi cuerpo gota a gota. 
Se va mi cara en un óleo sordo; 
se van mis manos en azogue suelto; 
se van mis pies en dos tiempos de polvo. 

¡Se te va todo, se nos va todo! 

Se va mi voz, que te hacía campana 
cerrada a cuanto no somos nosotros. 
Se van mis gestos que se devanaban, 
en lanzaderas, debajo tus ojos. 
Y se te va la mirada que entrega, 
cuando te mira, el enebro y el olmo. 

Me voy de ti con tus mismos alientos: 
como humedad de tu cuerpo evaporo. 
Me voy de ti con vigilia y con sueño, 
y en tu recuerdo más fiel ya me borro. 
Y en tu memoria me vuelvo como esos 
que no nacieron ni en llanos ni en sotos. 

Sangre sería y me fuese en las palmas 
de tu labor, y en tu boca de mosto. 
Tu entraña fuese, y sería quemada 
en marchas tuyas que nunca más oigo, 
¡y en tu pasión que retumba en la noche 
como demencia de mares solos! 

¡Se nos va todo, se nos va todo!

Gabriela Mistral
Chile
Vicuña, Chile, 7 de abril de 1889

Hempstead, Nueva York, Estados Unidos, 10 de enero de 1957
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25 octubre 2016

Mascha Kaléko, Señal

Cuando los tres
cruzamos la calle
incluso
el semáforo
se puso en rojo.
Con los coches resoplando
gas y rodeados por el
tumulto de personas
me agarré del brazo de aquel
que estaba a mi derecha.
Y no de aquel, por quien
llevaba el anillo.
Cuando los cuatro
nos encontramos
tras el cruce,
todos lo supieron.
El uno. El otro.
El silencio.
Y yo.
Mascha Kaléko
Alemania
Chrzanów, Polonia, 7 de junio de 1907/
Zúrich, Suiza, 21 de enero de 1975

24 octubre 2016

José Rodríguez Infante, Yo quise estar cerca

Yo quise estar cerca
de tu ramo de novia,
postrarme en el banco
cóncavo de siglos,
las bóvedas dibujaban reflejos de arcoiris
descomponiendo la seda que
cubría tu cuerpo.
Vine atravesando valles y senderos,
atrás quedó el mar
-devorador de convenios-
y las puestas de Sol degustando tu nombre,
tu jefe masticaba sílabas con ese,
en tu cara se incrustan hornacinas celestes,
el espacio está lleno de notas de carduelos.
En un rincón del armario soportando
estrecheces inverna la chaqueta de botones
cruzados. Asoma un anillo, un banquete,
una fecha y un beso de mejilla
en el envés de la etiqueta.
He vuelto al mar muchas horas
a esperas teñir de rojos
el pentagrama infinito, casi apurando
de las hojas de salitre de aquel verano.
marisqueo tu nombre
estampado en el libro, perfumado
de incienso.
No me importan las fotos
de mesita de noche,
ni los prados que intercambian
verde y amarillo,
dormito en tus ojos
abrazado a una pestaña.

José Rodríguez Infante
España
Paymogo, Huelva, 8 de diciembre de 1951

Chantal Maillard: Deseé alguna vez que un poeta me amase

Ahora duelen sus poemas en mi cuerpo‚
algo de mí que en él se reconoce hasta quebrar la imagen
de todo lo que fui.
Ahora deseo que me amase tanto que dejara de amarme
y sus palabras fuesen nieve
que el sol de junio fundiese entre mis pechos‚
allí donde su aliento insiste en acallar
esta tristeza antigua que siempre me acompaña.
Chantal Maillar 
España
Bruselas, 1951/

23 octubre 2016

Juan Ramón Jiménez, Eternidades

Vino primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo.

Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!

Más se fue desnudando
y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!

Juan Ramón Jiménez
España
Moguer, Huelva, 24 de diciembre de 1881
San Juan, Puerto Rico, 29 de mayo de 1958

Ángela Figuera Aymerich, Cuando nace un hombre

Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros cristales.

Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.

Cuando nace un hombre
florecen rosas imprevistas
en el jarrón de la consola
y aquellos pájaros bordados
en los cojines de la sala
silban y cantan como locos.

Cuando nace un hombre
todos los muertos de su sangre
llegan a verle y se comprueban
en el contorno de su boca.

Cuando nace un hombre
hay una estrella detenida
al mismo borde del tejado
y en un lejano monte o risco
brota un hilillo de agua nueva.

Cuando nace un hombre
todas las madres de este mundo
sienten calor en su regazo
y hasta los labios de las vírgenes
llega un sabor a miel y a beso.

Cuando nace un hombre
de los varones brotan chispas,
los viejos ponen ojos graves
y los muchachos atestiguan
el fuego alegre de sus venas.

Cuando nace un hombre
todos tenemos un hermano.

Ángela Figuera Aymerich
España
Bilbao, 30 de octubre de 1902
Madrid, 2 de abril de 1984

22 octubre 2016

Víctor Jiménez, Piedra en el agua

Emigraron los años lo mismo que las aves.
De aquellos días tibios, serenos de la infancia,
como vagos esbozos sobre lienzo de niebla
apenas han quedado, suaves, en mi memoria
algunas pinceladas de leve veladura.
Así la primavera pasó dejando sólo
alguna que otra flor, un guijarro en el río,
un aroma de lluvia, unos labios de agua.
Hoy, sentado en el íntimo umbral de cada tarde
bajo el cielo aterido y tordo de noviembre,
para olvidar que el tiempo también tiene su prisa,
en las cálidas olas de ayer mis ojos hundo
como en los de una niña morena y misteriosa.

Víctor Jiménez
España
Sevilla, 1957
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Rafael Guillén,Gesto final

Un hombre está tumbado bajo el cielo.
Se le ha apagado el tacto. Las hormigas
pueden subir el trigo por su cuello.
Esto es lo más terrible de los muertos:
que la vida los cubre y los absorbe.
Porque un hombre está muerto, y en la plaza
siguen jugando al tute los de siempre,
y se espera que grane la cosecha,
y hay barcos en los puertos, preparados
para zarpar al despuntar el alba.
Un muerto es la esperanza boca abajo.
Porque un hombre está muerto y todavía
es posible que tiene en los bolsillos
un paquete empezado de tabaco.
Y esto es lo más terrible de los muertos:
que se paran de pronto entre las cosas.
Ha muerto un hombre cuando se desdobla
y se mira su cuerpo, desde enfrente,
y se tiende la mano, y se despide.
Ha muerto un hombre, irremisiblemente,
cuando mueren los que lo recordaban.
Los muertos se resisten a estar muertos
y se defienden con su peso inerte,
y es terrible su grito cuando luchan
porque sólo se oye con los ojos.
Hay que amar a los muertos, comprenderlos.
Son como niños buenos enfadados.
Les han robado el aro y la cometa
y se han quedado tristes para siempre.

Rafael Guillén 
España   
       Granada, 27 de abril de 1933
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21 octubre 2016

Karmelo Iribarren, La soledad es eso

La calle
tras la última sesión;
veinte llamadas
perdidas
sin respuesta;
otras tantas cervezas;
en el frío gélido del amanecer,
un tipo
atravesando un parking
hacia su coche...

La soledad es eso,
ahora lo sé:
                     lo que hay
antes y después de tu nombre.

Karmelo Iribarren
España
San Sebastián, 19 de septiembre de 1959 

Carmelina Soto, Canción

Iba mi corazón
-caracol sin lamento-
impulsando, sangriento,
su pequeña canción...

Y luego la ilusión...
engaño...
ensueño...
La muerte grande...
lo demás, pequeño.
Ah qué inútil empeño
Corazón! Corazón!

Carmelina Soto 
Colombia
Valencia, Armenia,  31 de octubre de 1916/

 Armenia,  18 de marzo de 1994
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20 octubre 2016

Andrés Trapiello, El amor de las cosas

Y me senté por descansar del día
junto al gran ventanal
y estuve allí no sé qué largo rato.
Cansado estaba y triste y sin propósito
viendo correr el agua de la fuente.
Los del jardín eran colores foscos,
verdes que se enlutaban y unos rosas
al pie de una escalera por la lluvia
gastados. Y allí mismo, en un rincón,
bajo el naranjo agrio,
las viejas herramientas
que dejó el jardinero,
la esterilla de esparto y el hocino
de primitivo aspecto, curvo y negro.
Se deshacía el día en fino polvo
de oro, el agua por el canalillo
de barro apenas se atrevía al ruido
y a su torre volvían las palomas.
No era de noche aún, sino de azul,
de un azul muy intenso.
Vino el amor entonces
a mi lado a quedarse,
el amor de las cosas y del huerto,
parte del mal estaba ya sembrado
y esperaba su fruto.
Pero de pronto una blanca lechuza
se desplomó del cielo
y me asustó su majestad al verla
detrás de unos laureles remontando;
hasta escuché sus fantasmales alas.
No era de noche aún,
el aire de azucenas perfumado,
y cerré la ventana
y ya no pude recorrer
mi corazón del todo.

Andrés Trapiello
España
Manzaneda de Torío, León, 10 de junio de 1953

Heberto Padilla, Poética

Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después deja
que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras un prodigio
o un muerto.

Heberto Padilla
Cuba
Consolación del Sur, Cuba, 20 de enero de 1932
Auburn, Alabama, Estados Unidos, 25 de septiembre de 2000