Y me senté por
descansar del día
junto al gran
ventanal
y estuve allí no
sé qué largo rato.
Cansado estaba y
triste y sin propósito
viendo correr el
agua de la fuente.
Los del jardín
eran colores foscos,
verdes que se
enlutaban y unos rosas
al pie de una
escalera por la lluvia
gastados. Y allí
mismo, en un rincón,
bajo el naranjo
agrio,
las viejas
herramientas
que dejó el
jardinero,
la esterilla de
esparto y el hocino
de primitivo
aspecto, curvo y negro.
Se deshacía el día
en fino polvo
de oro, el agua
por el canalillo
de barro apenas se
atrevía al ruido
y a su torre
volvían las palomas.
No era de noche
aún, sino de azul,
de un azul muy
intenso.
Vino el amor
entonces
a mi lado a
quedarse,
el amor de las cosas
y del huerto,
parte del mal
estaba ya sembrado
y esperaba su
fruto.
Pero de pronto una
blanca lechuza
se desplomó del
cielo
y me asustó su
majestad al verla
detrás de unos
laureles remontando;
hasta escuché sus
fantasmales alas.
No era de noche
aún,
el aire de
azucenas perfumado,
y cerré la ventana
y ya no pude
recorrer
mi corazón del
todo.
Andrés Trapiello
España
Manzaneda de Torío, León, 10 de junio de 1953
Manzaneda de Torío, León, 10 de junio de 1953
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