a Orlando Araujo
Minúsculo poema.
Giraba sobre sí
con tentáculos
de hierro
luminoso.
Parecía bola viva.
Debajo de los
versos era
otra bola pequeña
y durísima,
más azul que la
muerte.
Se movía
en la respiración
de las palabras.
Se mecía de
tristeza.
Era el corazón
inhumano
de la voz.
No respeta al
decidor.
No lo castiga.
No lo expresa. No
le da otra función.
Sólo la única
de constructor de
nadas magníficas.
Venezuela
Caracas, 1936/
Mérida 18 de junio de 2010
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