Amiga,
no te mueras.
Óyeme
estas palabras que me salen ardiendo,
y
que nadie diría si yo no las dijera.
Amiga,
no te mueras.
Yo
soy el que te espera en la estrellada noche.
El
que bajo el sangriento sol poniente te espera.
Miro
caer los frutos en la tierra sombría.
Miro
bailar las gotas del rocío en las hierbas.
En
la noche al espeso perfume de las rosas,
cuando
danza la ronda de las sombras inmensas.
Bajo
el cielo del Sur, el que te espera cuando
el
aire de la tarde como una boca besa.
Amiga,
no te mueras.
Yo
soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para
el lecho selvático fragante a sol y a selva.
El
que trajo en los brazos jacintos amarillos.
Y
rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.
El
que cruzó los brazos por esperarte, ahora.
El
que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.
Yo
soy el que en los labios guarda sabor de uvas.
Racimos
refregados. Mordeduras bermejas.
El
que te llama desde las llanuras brotadas.
Yo
soy el que en la hora del amor te desea.
El
aire de la tarde cimbra las ramas altas.
Ebrio,
mi corazón. bajo Dios, tambalea.
El
río desatado rompe a llorar y a veces
se
adelgaza su voz y se hace pura y trémula.
Retumba,
atardecida, la queja azul del agua.
Amiga,
no te mueras!
Yo
soy el que te espera en la estrellada noche,
sobre
las playas áureas, sobre las rubias eras.
El
que cortó jacintos para tu lecho, y rosas.
Tendido
entre las hierbas yo soy el que te espera!
(Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto)
Chile
Parral,
2 de julio de 1904/
Santiago
de Chile, 23 de septiembre de 1973
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