Cuando
Eva iba desnuda por el paraíso,
disfrazaba
el tedio a la sombra de los árboles, cogiendo
las
flores, oliendo su aroma,
y
pensando en cómo sería bonito tener un cielo
que
mirar.
Un
día, una de esas flores se transformó en
fruto;
y Eva se lo llevó a la boca, lo mordió, probó
su
pulpa. Por un extraño efecto
de
causa y consecuencia, el sabor de la manzana
obligó
a Eva a cubrir su desnudez
con
hojas y flores, que volvieron
a
ser una metáfora del cuerpo
que
escondemos.
Sucesivamente,
el pecado se volvió una simple
figura
retórica, y el sexo un ejercicio
de
interpretación.
Nuno
Júdice
Portugal
Mexilhoeira
Grande, Portimão , 29 de abril de 1949
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