¡Señor!
si en sus miradas encendiste
Este
fuego inmortal que me devora
Y
en su boca fragante y seductora
Sonrisas
de tus ángeles pusiste;
Si
de tez de azucena la vestiste
Y
negros bucles; si su voz canora,
De
los sueños de mi alma arrulladora,
Ni
a las palomas de tu selva diste,
Perdona
el gran dolor de mi agonía
Y
déjame también buscar olvido
En
las tinieblas de la tumba fría.
Olvidarla
en la tierra no he podido.
¿Cómo
esperar podré si ya no es mía?
¿Cómo
vivir, Señor, si la he perdido?
Colombia
Cali, 1
de abril de 1837
Ibagué, 17 de abril de 1895
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