02 septiembre 2017

Antonio Colinas:En Ávila, unas pocas palabras

Si pudiese apoyar mi frente en ti
y perder el sentido, si pudiese
extraviarme por siempre en tu pureza…
Peregrino, después de tantos años,
he caído en ti y en ti me he alzado.
Me creía encerrado entre tus muros
cuando en realidad (¡al fin!) estaba abriendo
mi corazón del todo.
Y esa nieve tan nueva de tus tejas
cómo cicatrizaba en mí la vieja herida
de los ojos (blancura
que deshace el cansancio, la ira de vivir).
Me iba lejos de ti, pero aunque me fuese
tú germinabas silenciosamente
en mi interior,
eras semilla que enciende la escarcha,
pues ser hombre en ti quiere decir
simplemente amar la infinitud.
Puede que todo (aquello que sabemos
y lo que no sabemos),
se lo ofrendes al que respira en ti.
Ese aire abrasado que llega de los páramos
del espíritu, o de las sierras violáceas donde
dialogan los rayos y el pinar,
te salvará y nos salvará.

Asciendes siempre, pero siempre quedas
en tu loma serena, a nuestro lado:
remanso son tus piedras de aguas vivas.
Si pudiese apoyar mi frente en ti
y perder el sentido, si pudiese
extraviarme por siempre en tu silencio…
Pero hay algo mejor, un don mejor
que puede recibir quien te conoce,
quien como ofrenda ante ti se inclina:
permanecer velando esa presencia
tan clara y tan fría de tu aura;
sentir como una llama
(en nuestras manos muertas)
la vida de las vidas:
el secreto que revelara Juan,
el secreto que reveló Teresa.
Antonio Colinas
España
La Bañeza, León, 30 de enero de 1946 

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