de
donde pende el hilo de una larga mirada, las trompetas de esparavanes
el
gran sable negro de los flamboyanes, el crepúsculo llavero siempre tintineante
las
arecas indolentes soles que jamás se pusieron por traspasadas por un alfiler
que las tierras que se saltan la tapa de los sesos
no
dudan nunca en incrustarse
hasta
el corazón, los fantasmas horrorosos, Orion
la
extática mariposa que los pólenes mágicos
crucificaron
sobre la puerta de las noches cimbreantes
los
bellos tirabuzones negros de las cañafístulas mulatas
altaneras
cuyo cuello tiembla levemente bajo la guillotina
y
no te sorprendas si en la noche gimo más hondamente o si mis manos estrangulan
más sordamente es el tropel de viejas penas que hacia mi olor negro y rojo en
escolopendra
alarga
la cabeza y con una insistencia en el hocico aún blanda y desmañada busca más
dentro mi corazón de nada me sirve entonces apretarle contra el tuyo y perderme
en la espesura de tus brazos que acaba por encontrarlo y muy gravemente de
manera siempre nueva
lo
lame amorosamente
hasta
que brota salvaje la primera sangre
bajo
las bruscas garras desplegadas del desastre.
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