Era un buque en el
mar,
era el amor en
medio de las olas inmensas,
y era mi soledad
de navegante
y los peces
oscuros de tus trenzas.
Pensaba en ti,
soñaba
que iba contigo a
perfumar los puertos,
y a sembrar anclas
y constelaciones
en las frentes
dormidas de los muertos.
Pero soñaba
apenas, amor mío,
y las aguas furiosas
me sacaban del sueño,
y a ti te
separaban de mi costa
como una barca
triste o como un leño.
El buque, el buque
entero,
sin ti era un
ataúd sobre las olas,
un herido flotando
tristemente
sobre una
muchedumbre de amapolas.
Me tambaleaba en
medio de gaviotas,
me inclinaba hacia
ti salobremente,
y las islas
brillaban como lunas
sobre toda la
noche de mi frente.
(Mar adentro no
hay más que los recuerdos
y sal sobre mi
piel, sobre la vida,
y el amor que
pregunta por la sangre
y le responde el
labio de una herida.).
A veces era lunes,
decían que era
lunes mis hermanos,
y te veía venir
sobre las olas
con toda la semana
entre las manos.
El tiempo era tu
ausencia,
el mar era la
sombra de la tristeza mía,
y el buque era un
naufragio
que se inclinaba y
no se decidía.
Por la noche
volaban las estrellas,
como peces
dorados, por el cielo,
y yo pensaba que
en la tierra firme
tú también
contemplabas este vuelo.
El buque del amor,
de los enamorados,
todavía navega por
mis venas,
y levanta la
espuma de mi sangre
y la pescadería de
mis penas.
Un rumor de marea
que no cesa
a pesar de los
días y los pasos,
acomete la costa
de mis besos
y los acantilados
de mis brazos.
Escucha el buque,
esposa,
acerca tus oídos a
mi piel como flores,
y escucha el
buque, el buque,
navegar por mis
mares interiores.
Colombia
Medellín, 10 de
agosto de 1924/
Medellín, 3 de
abril de 1989
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