Gotas
temblando. Agua sólo.
Después
la mano. El dedo delgado. Transparente.
Y
el cielo oscuro. Las nubes
cuando
finalmente ella
se
puso a llorar delante de la ventana.
La
llamaría Adelaida. A esa mujer que llora así.
La
nariz. Las lágrimas rosadas.
Los
poros. Los vellos sobre los labios.
La
luz muerta en el pelo.
Apuesto
a que los ojos eran grises. Aunque sea
para
que yo pueda decir que era una mirada
de
ojos grises. Una mirada
hacia
un parque en el que los pinos
se
estén llenando de gotas y el silencio se tienda por el pasto.
Un
silencio llegando por el pasto hasta donde yo estoy.
Para
que pudiera yo mirar y escribir esto.
Gonzalo Mallarino
Colombia
Bogotá, 1958
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