Calmados
los ardores más heroicos,
recurro
a las caricias cariñosas,
hace
tiempo que sólo estoy seguro
de
este fuego sin llama y los dolores
que
mi cuerpo y la mente me desgarran
muy
a menudo y con pausas brevísimas.
Ven
a mi lado, Herminia, sólo tienes
–si
puedes– que escucharme con sosiego,
sin
empeñarte, como lo haces siempre,
ya
sé que sin ninguna mala idea,
en
darme tus consejos otra vez.
Ahora
más que nunca el tiempo huye.
Que
nos guíe el amor, pues la pasión
ha
dejado de herirnos con sus garras.
Emilio
Coco
Italia
San
Marco in Lamis, 1940
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