Tus
caricias. El mar. Los cocoteros.
La
sábana enredada entre tus piernas.
El
maitre del hotel, su voz de frío:
«Veinticuatro
horas, ¡ya sabe!».
Supe
que un día era un plazo inconcebible,
que
tan sólo unas horas bastarían.
Conocí
el huracán, la madreselva.
Conocí
el ancho cielo interminable.
Conocí
las espadas y el enigma,
la
boca del dolor, la del deseo,
la
súplica que anuncian los labios no besados,
qué
tibio el corazón cuando se precipita.
Cuantas
mujeres hay en este mundo
las
conocí por ti. En ti dormían.
Eduardo
García
España
São Paulo, Brasil 23 de agosto de 1965
Córdoba,
España, 19 de abril de 2016
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