El rocío, el
rocío, las hojas lanceoladas
del rocío se
filtran entre tardías hojas de hierba
en el umbral, y
una corriente de ojos
se vierte
volviéndose rocío. Qué manera de no escucharse el rocío
en nuestras
gargantas ni en el limo del estanque.
¿Cómo podemos
alivianar la armadura
del suelo
congelado?
¿Cómo podemos
drenar la pesada noche
que oprime al
rocío?
La noche en la
que palos, puntas de lanza, anzuelos
se acuñan
obstruyendo el camino, porque el rocío
no tiene manos.
El rocío, el
rocío desaparece como un pájaro recién nacido,
como si se
posara en la noche
a ver las luces
vivir
antes de caer al
valle.
Barbara Pogačnik
Eslovenia
1973
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