Si ella pudiese
solo ahora
recuperar los
ademanes de la casa
el entusiasmo en
la cocina
apenas sombra
que habitó estos muros antes que su cuerpo
antes, también,
de conocer
esa manera en
que la muerte imprime señas sobre un rostro
gestos que nadie
ha descifrado
laberintos.
Si aún supiera
descubrir la madrugada
en que corrió
tras la negrura del ciprés
para entrever en
las pupilas del abuelo
ese dolor que se
escondía bajo tierra
como un despojo
que hasta ahora puede amar.
Y si quisiera
recordar el breve júbilo
de las palabras
descubiertas
como sueños
comprendería lo
que tanto le hace falta
y en amistad con
cada cosa
partiría.
Casi fugaz.
De frente.
Sin ninguna
culpa.
Marialuz Albuja
Ecuador
Quito, 1972
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