En los inviernos
se hicieron más
coloradas las mejillas de mi madre,
y brillaron
vivamente, de especial manera,
aquel invierno
del año cuando se perdió la Guerra.
En ese entonces
por el golpe de la derrota,
se enfriaron aún
más los corazones de la gente.
Ese frío hizo
que la nieve fuera más intensa
en la zona
semirural que está en las afueras de la ciudad de Yokohama.
Y a medianoche
cuando vinieron a buscarla,
mi madre salió
desafiando el viento glacial sobre su bicicleta,
amarró el
maletín negro al portaequipajes, y partió hacia la casa
donde esperaba
la encinta aguantando sus dolores de parto.
Siempre vinieron
a buscarla en las altas horas de la noche,
mi madre antes
de salir averiguaba sin falta la hora del plenamar.
mi hermano menor
y yo, que éramos estudiantes de primaria,
nos aferramos a
las ropas de la cama,
y abrazando el
vacío que quedaba
después de la
salida de nuestra madre,
le pedimos que
nos jurara
que regresaría
pronto.
Cuando empezaba
a amanecer, en el crepúsculo,
percibía en la
espalda la resonancia del primer vagido,
mi madre retornaba
precipitadamente a casa por la carretera de Hachiouji,
y yo la estaba
mirando en el sueño.
Yutaka Hosono
Japón
Yokohama, 1936
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