No la ha visto
nadie,
ni siquiera el
aire,
pajarito sabio
que todo lo sabe.
Volando, piando,
se perdió una tarde,
que también a
Roma se va por el aire.
Al volver traía,
sin culpar a nadie,
la patita rota,
mojada en su sangre.
Le curé la
herida con sal y vinagre,
le anillé la
pata con un fino alambre.
¡Ay cómo piaba
llamando a su madre!
El alpiste, el
agua, ni la sed ni el hambre
le saciaban
nunca de volver al aire,
de seguir
volando, su peregrinaje.
Voló sin
muletas, cojito, en el aire.
No le ha visto
nadie,
ni siquiera el
aire,
pajarito sabio
que todo lo sabe...
Adriano del
Valle
España
Sevilla, 18 de
enero de 1895
Madrid, 1 de
octubre de 1957
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