La última línea
de sol
desciende de
hoja en hoja. La luz desfallece
hacia el extremo
de una escala tardía.
Ambos sufren en
el jardín de la retórica
de ese drama
mecánico. Ella dice:
mira, eso es el
tiempo encarnado
que alimenta su
medida; él asiente,
verifica con un
anhelo estremecido
el naufragio del
día y de los cuerpos.
Entonces callan
bajo una especie de sacrificio.
Convierten esta
hora delgada y ambigua
en la herida de
una religión aterradora.
Y aunque el
viento es suave y las flores repiten
un probable
manifiesto de resurrección
ellos esperan la
oscuridad nocturna para mentirse
sobre la
mutación de las cosas y su sentido.
Joaquín
Giannuzzi
Argentina
Buenos Aires, 29
de julio de 1924
Campo Quijano, 26
de enero de 2004
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