La bondad
corretea por mi casa
La Señora Bondad,
¡qué simpática es!
Las joyas azules
y rojas de sus anillos humean
por las ventanas;
los espejos
se llenan de
sonrisas.
¿Hay algo tan
real como el grito de un niño?
El chillido de
los conejos será más silvestre,
pero no tiene
alma.
El azúcar todo lo
cura, dice la Bondad.
El azúcar es un
fluido necesario,
pequeña
cataplasma sus cristales
¡Oh bondad,
bondad
que con dulzura
recoges los pedazos!
Mis sedas
japonesas, mariposas desesperadas,
pueden verse
clavadas en cualquier momento, anestesiadas.
Pero ahí llegas tú
con la taza de té
enguirnaldada de
vapor.
El chorro de
sangre es poesía:
no hay forma de
cortarlo.
Tú me alcanzas
dos niños, dos rosas.
Sylvia Plath
Estados Unidos
Jamaica Plain,
Boston, Massachusetts, 27 de octubre de 1932
Londres, 11 de
febrero de 1963
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