No son olas. Tampoco quizá
tienen la intención; rizos ligeros,
arrugas del agua, nada más.
No será nunca tempestad,
este lago; escaso su coraje
de hacerse mar: si recibe un río,
lo aplaca, lo anula en una calma
casta. Y así nada de corridas ni fugas
de peces, sino vagas rondas,
vuelo de plumas de patos que se
divierten.
Hay que tener miedo del que no osa:
lagos colinas periferias.
Aguas quietas y profundas guardan
maleficios, brujerías.
Alida Airaghi
Italia
Verona, 1953
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