De todos los que
vi (se sucedían
fatalmente), de
todos los que vi,
todos aquellos que
solicitaron
—de quienes yo
solicité—ternura,
calor, ensueño,
olvido, paz o lágrimas...
De todos esos en
los que viví,
por qué tenías que
ser tú, retama
matinal, estival,
voz derruida,
perro sin amo,
espuma levantada
hacia las noches,
agua de recuerdo,
gota de sombra,
dedos que sostienen
un pétalo de
sol... por qué tenías,
ciega,
precisamente que ser tú...
De todos los que
vi, por qué tenías
que ser tú, leño
que sobrenadabas...
Por qué tenías que
ser tú, muralla
de ceniza, madera
del olvido...
Por qué tenías que
ser tú, precisa—
mente tú, con el
nombre diluido,
con los ojos
borrados, con la boca
carcomida, lo
mismo que una estatua
limada por los
siglos y las lluvias...
De todos los que
vi, desenterrados
de las mañanas y
los cielos grises...
De todos, todos, todos, por qué habías
de ser tú sólo
quien me entristeciese,
quien se me
levantase, puño de ola,
me golpease el
corazón, con esos
instantes sin
nosotros, caracolas
duras, vacías,
donde suena el mar
de otros
planetas...
Modelada en sombra
y en olvido,
tenías que ser tú
melancolía, quien
resucitase...
José Hierro
España
Madrid 3 de abril
de 1922/ 21 de diciembre 2002
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