No vengas, te
conjuro, con tus piedras;
con tu vetusto
horror con tu consejo;
con tu escudo
brillante con tu espejo;
con tu verdor
insólito de hiedras.
En aquel árbol la
torcaza es mía;
no cubras con tus
gritos su canción;
me conmueve, me
llega al corazón,
repudia el mármol
de tu mano fría.
Te reconozco
siempre. No, no vengas.
Prometí no mirar
tu aviesa cara
cada vez que lloré
sola en tu avara
desolación. Y si
de mí te vengas,
que épica sea al
menos tu venganza
y no cobarde,
oscura, impenitente,
agazapada en cada
sombra ausente,
fingiendo que
jamás hiere tu lanza.
Entre rosas,
jazmines que envenenas,
¿por qué no te
ultimé yo en mi otra vida?
Haz brotar sangre
al menos de mi herida,
que estoy cansada
de morir apenas.
Argentina
Buenos Aires, julio
de 1903/
14 de diciembre de
1993
2 comentarios:
Me encanta cómo reconoce y se enfrenta a ese sentimiento del rencor, que nos enfría y apaga el alma...Bravo por esa lucha titánica que la dignifica y engrandece su espíritu.
Mi abrazo y mi cariño.
Dulces los versos de Silvina Ocampo, Trini.
Un beso.
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