Estabas siempre aquí, en el paisaje.
Y en él sigues, en medio de este asombro
del tiempo que tan sólo es lo que fuimos,
un cielo quieto sobre el mar del día.
Súbitamente en despedida vives,
calma de sueños, simple visitante
de aquello que te cerca y lo que queda
inmóvil en lo que es breve, poco e humano.
Las regatas al sol, de la penumbra
donde abría ventanas. Y de entonces
voy al campo de trébol, a tu espera.
Lo que pasa persiste en lo que tengo:
la ropa en el tendal, muro, palomas,
todo es eterno cuando lo miramos
Alberto da Costa e Silva
Brasil
São Paulo, 12 de mayo de 1931
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