Hoy
le he hablado a una cabra.
Sola
estaba en el prado, estaba atada.
De
hierba harta, bañada
por
la lluvia, balaba.
Aquel
balido igual era fraterno
a
mi dolor. Y respondí, primero
riendo,
después porque hay dolor eterno,
tiene
una voz, no cambia.
Sentía
esa voz
gemir
en una cabra solitaria.
En
una cabra de rostro semita
sentía
quejarse a cualquier otro mal,
a
cualquier otra vida.
Italia
Trieste,
9 de marzo de 1883
Gorizia,
25 de agosto de 1957
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