No
quiero que la luna te toque los cabellos
no
quiero que la noche te altere la estatura
ni
que el sueño te guarde
en
el espacio ingrato
que
lo real rechaza.
Yo
quiero que sea solar tu signo
que
la mañana límpida se alargue
innumerable
por tus horas,
que
a pulmón lleno respires
la
vida que me falta,
que
no lamentes nada
que
tu esplendor levante
las
horas de los días
en
un arco inmortal
en
el que nunca llegue a aparecer la luna.
Y
que no sepas nunca
que
la gracia transita
o
que se pierde.
Martha
L. Canfield
Uruguay
Montevideo,
1949
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