20 septiembre 2017

Nombres, Martha L. Canfield

Me susurraba su nombre al tiempo que
me estrechaba amoroso entre sus brazos
- Jorge, soy Jorge -
y marcaba las sílabas
de ese nombre tan dulce para mí
como si hubiera querido cerrar
un círculo fantástico,
y también colocar
esa señal de fin que le faltaba
al largo recorrido
que empezó cuando era muy pequeña
y descubrí el efecto
de la palabra ajena
en el rostro sereno de mi padre.

Como si hubiera querido asumir
la identidad plural de los amores
en mí ya confundidos,
y también confirmar en la repetición
el signo privilegiado que el círculo
cierra pero abre al mismo tiempo,
lanza hacia adelante y regresando
enlaza la segura caricia familiar
con ésta, abierta a todo
el misterioso abismo del placer...

Tal vez quería decir
estoy contigo, amiga mía, mira
que detrás del deseo
existe una gran playa
donde el espacio es tiempo sin medida,
conversar se transforma
en canto fraterno y puro
y tu voz ha de hallar
no eco sino refugio en la mía.
- Soy Jorge, ¿lo recuerdas? -

Y la experiencia virgen
de una palabra de pronto no útil,
no transparente o justa,
sino impregnada sólo de poesía
se renovaba en el murmullo intenso,
último de la serie, primero del comienzo.

El tierno abrazo sofocante
que me aislaba del mundo
me descubría la senda milagrosa
donde lo ya perdido
puede volver a perfumar.

Y el alma de los tiempos me mecía
por encima del tiempo.

 Martha L. Canfield
Uruguay
Montevideo, 28 de mayo de 1949

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