Lucía tiene 26 años
y un pensamiento impenetrable,
le gusta sentir la complicidad de un Dios
vislumbrar el fuego del infierno
y reducirse a risa contra toda luz.
Yo voy a cumplir los 30
y mi sangre se sujeta por hilos intocables,
cálida, dulcemente brutal, de nivelación perfecta.
Lucía tiene 26 años
y un bebé que recorre la luna como un viejo
laberinto.
Él dice, la luna está engordando (y se esconde
detrás
de la puerta circular que lo lleva
hasta la puerta de los sueños).
La rueda ya no gira,
gira la señal del cuervo,
gira la plenitud, goteando y vaciándose
en la estructura circular del amor.
Todo magníficamente organizado,
todo fuertemente sellado,
inverso, curvo, hermético, cerrado,
ni siquiera un camino, ni siquiera un follaje.
Lucía, como un nudo metálico,
destinándole a la noche la risa de los dioses,
siente que la luna vacila, que se apaga
y ha construido su muralla
con 26 cautelosas salidas,
pero no.
Lucía tiene 12 años,
yo debo tener 18 o casi un siglo.
Colombia
Cali, 1956
No hay comentarios:
Publicar un comentario