¿Y
cómo te diré, amor, que ya es otoño
desde
esta lejanía que hace bello al deseo,
si
la lluvia que moja mis hombros es lo mismo
que
todos los recuerdos dulces y las promesas,
y
las nubes tan grises no son como tus ojos?
¿Qué
tristeza que sabe a una antigua alegría
tiene
el parque alfombrado de crujientes serojas,
si
tú vives lejísimos y mi vida no tiene,
cual
las oblicuas tubas de los talados árboles.
otro
destino ahora que la desnuda espera?
¿Es
algo quizás nuevo o es solamente el tiempo
que
otra vez de improviso vierte sus caravanas
de
humedades y olores de papeles y tierras,
de
viejos palomares y de tejas oscuras,
el
tiempo que regresa como un joven desnudo,
mojado
y casi ebrio de un viaje larguísimo?
Pero
yo sólo sé, amor, que ya es otoño,
que
tu recuerdo este día triste me empuja
al
final de los parques donde estuvimos juntos,
los
parques de otras tardes claras en que el perfume
de
los tilos en flor era igual que un abrazo,
y
una caja de música morada las Descalzas,
cuando
los barrenderos lentamente volvían.
Y
también sé, amor mío, que desde mi tristeza
vanas
serán las rosas que prepara la tierra,
que
nunca la melisa silvestre volveremos
a
coger por las lomas leves de los ejidos,
que
indiferente a este pecho que se me muere
sus
flores el ciclamen volverá a dar tan bellas.
Y
por eso, quisiera expirar junto a esas
húmedas
avenidas de alerces solitarios,
porque
una vez jugamos donde una fuente ahora
con
la ilusión de mayo contentísima gime.
Vicente
Núñez
España
Aguilar
de la Frontera, Córdoba, 1926/
Aguilar
de la Frontera, 2002
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