La tarde se ha vestido de tristeza
con un sayo de nube sin costura
y esta humilde, plomiza vestidura
la envuelve con su aroma de pobreza.
También su corazón tiene certeza
de esta severa y lóbrega amargura,
cilicio que le ciñe la cintura
sembrando de penumbra su pureza.
Sobre el tálamo rojo del poniente
un viajero de oro, enamorado,
a la tarde dejó de sombra encinta.
La tarde se gangrena lentamente
como la herida en guerra de un soldado.
La tarde va anegándose de tinta.
España
Sevilla,
1957
No hay comentarios:
Publicar un comentario