de
tu mano ahora reposo, caminante;
ni
a la arena de la que me recogiste,
donde
yacía largamente antes
de
que a tus ojos se ofreciera mi forma admirable.
Yo,
compañera de ágiles peces y algas,
cobré
vida en el seno de las libres olas.
Y
no el odio, ni el olvido,
sino
la amarga tempestad me separó de ellas.
Por
eso se lamenta en mí la antigua patria y murmura
asiduamente
y suspira mi alma marinera,
mientras
mantienes en tu mano mi secreto,
y
asombrado acercas tu oído extranjero.
Margherita
Guidacci
Italia
Florencia,
1921
Roma,
1992
1 comentario:
Siempre hay algo que se estropea cuando paseo el rumor de las olas, y ahora ya descubrí el motivo.
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