Ningún
susurro de mujer
acompañó
la deseante
soledad
de mis días
adolescentes.
Ninguna costilla salía
de mi barro.
Entonces cayó una hoja
de exquisita
fragancia
y en mi pecho
se hizo carne
amantísima,
vibrante llama,
vena de
transfusión para
siempre.
Luego empezó
la fecundación
del
unigénito.
Te ensalivo,
mujer,
te amaso a mí.
Alfredo Pérez
Alencart
Peruano-Español
Puerto Maldonado
1962
3 comentarios:
El eros que sugiere e impulsa. Un poema de primera calidad.
Gracias, poeta Pérez Alencart y mis saludos desde Chicago.
Ese lenguaje atemporal, casi de encantamiento, se traduce en palabras que juntas conforman un excelente poema.
Impecable Pérez Alencart.
Desde Argentina.
Van mis enhorabuenas, amigo Alfredo. Me ha gustado, y mucho, este poema tuyo.
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