Me pedís
palabras que consuelan,
palabras que os
confirmen
vuestras ansias
profundas
y os libren
de angustias
permanentes.
Pero yo ya no
tengo
palabras de este
género.
Aceptad mi
silencio: lo mejor
de mí. Huid del
soplo que pronuncia,
en mi boca,
la amarga
condición de lo humano.
Y, entretanto,
dejadme contemplar
el vuelo de la
ropa
tendida en las
ventanas.
Chantal Maillard
España
Bruselas, 1951/
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