También te amo
cuando tu rostro me despierta a las
siete y treinta
e inaugura el nuevo día con la ternura
de unos labios carentes de carmín.
Contemplarte refugiada entre las
sábanas
resulta suficiente para trazar la
caminata
que supera el desencanto y encara
el agrio jornal y la envidia de quienes
escrutan
demasiado el insistente vuelo.
Me despierto y la oscuridad es algo
menos.
Luego piso con ganas las sombras
huidizas
y constato que existo sin puntos
suspensivos:
Hay suficiente música de fondo en tu
quietud
que – embriagado por el exceso – busco
abocetar en el fondo de mis ganas.
No abro la ventana aún.
La intimidad deja huellas de timidez,
de torpezas
o de placeres imborrables. La mesura se
impone
en estos minutos apacibles donde el
amor de uno
se mastica en silencio, con los gestos
que permiten
ir tejiendo – de locos presagios – la
piel
o el vergel que te recubre.
Me fuiste enviada para evadir el
naufragio cotidiano
y por ello te soplo un beso ingenuo
mientras salgo en busca del jornal.
Alfredo Pérez Alencart
Peruano-Español
Puerto Maldonado 1962
2 comentarios:
Hermoso poema, diáfano. Felicitaciones.
Me ha encantado este poema.
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